domingo, 25 de marzo de 2012

Requiem por el escenario de un cuento


El congelador más grande del planeta se cae a trozos. Hace un mes que terminó el verano en la Antártida. Los investigadores que trabajan al sur de la península antártica cerraron las bases y los barcos de investigación pusieron rumbo norte. También el Landsat 7 de la NASA acabó su trabajo. Este satélite de observación de la Tierra ha fotografiado 300 veces por semana el continente helado para construir una cartografía de precisión. Pero la alegría por disponer de un mapa, al detalle, de la Antártida se ha convertido en una severa preocupación. Una grieta de más de veinticinco kilómetros de longitud atraviesa la plataforma helada de Pine Island. Usando términos humanos, esto es algo así como hacerse un reconocimiento médico y descubrir que uno está enfermo... de lepra.

Este mapa, como la radiografía fatal de un paciente cuarentón, llega al mismo tiempo que la noticia de la inminente publicación de un cuento singular: Las aventuras de Piti en la Antártida. Su autor, Javier Cacho, ha sido durante varias campañas jefe de la Base Antártica Española y un reconocido científico. Con su obra trasmitirá a los niños la belleza de un lugar lejano y que de momento existe, aunque solo de momento.

A una velocidad de trece metros por día la grieta desprenderá, dentro de unos meses, la gigantesca plataforma helada que rodea la isla. El colosal iceberg quedará a la deriva, condenado a una muerte segura por disolución. La Antártida continúa desnudándose de su vestido blanco y los científicos son cada vez más exactos al constatar que la maquina de hacer hielo está averiada y se cae a trozos. Tal vez en un futuro no muy lejano Javier Cacho se habrá quedado sin el escenario de su cuento, entonces éste se convertirá en un cuento absoluto, donde todo lo narrado será irreal.

Los que hemos viajado a la Antártida llevamos grabado, para el resto de nuestras vidas, el recuerdo del lugar más hostil y hermoso jamás conocido. Allí se toma contacto con esa realidad que nos recuerda que tan solo somos pasajeros momentáneos a bordo de un planeta bellísimo. Pero el planeta está enfermo y sus pasajeros también. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) acaba de declarar que entre el 2% y el 6% de las enfermedades que se producen en los países miembros de la organización son debidas a la degradación del medio ambiente. El círculo está cerrado, si la salud del planeta se resiente, la nuestra también. Y si establecemos que el sur es lo que está debajo (cosa que dudo), entonces se están agrietando los cimientos del planeta.

Cuando el próximo día 16 de mayo, en París, la OCDE esté debatiendo la estrategia medioambiental que sus países desarrollarán en el siglo XXI, tal vez deberían tener, sobre la mesa, un buen trozo de hielo derritiéndose y el cuento de Piti, como dos elementos más de la reunión, junto a los ceniceros humeantes y los vasos de agua clorada. Desgraciadamente esto no será así, el ser humano es hábil separando las cosas, evitando mezclar sentimientos con números y sensatez con intereses. Y por eso Javier Cacho, el científico que escribe cuentos, tal vez deberá modificar las ediciones futuras de Piti en la Antártida. Obligado a hacer como Heinrich Böll en su última novela, añadir un discreto subtítulo que rece así: “Este lugar existe aunque el autor no se hace responsable de si el lector va allí y no lo encuentra”.   

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