No existe la duda de que en el
origen de las grandes corporaciones de comunicación está el viejo periodista
editor, pero el proceso evolutivo hasta llegar al momento actual, los dos siglos que
separan ambas realidades, esconden las claves de la situación que se vive
ahora. El profesor Ramón Reig lo afirma cuando dice que “sin historia y sin contexto
los datos no son nada”. En este periodo el mundo no solo se ha globalizado
(esta idea solapa muchas veces a otras reflexiones) sino que se ha multiplicado
en complejidad, y más que una globalización, en sentido unificador, lo que ha
ocurrido es una diversificación gigantesca y sin precedentes, donde lo
individual es susceptible de ser global, diferente y complejo.
Esta
diversificación que se organiza bajo nuevas reglas también se ha trasladado a
aquellas empresas emergentes de comunicación que arrancaron con los viejos (y
románticos) periodistas editores. Los nuevos grupos son un reflejo del nuevo
mundo que no conoce fronteras, ni geográficas ni temáticas, por eso se alían en cruzadas
comunicativas empresas y empresarios ajenos (extraños como los llama Reig) al
medio. En este contexto, las cinco causas de censura “tradicionales”, las cinco
P´s de Reig, se mantienen en su esencia pero multiplicadas exponencialmente. Si
el propietario ya no es uno sino varios cientos de accionistas de diversas
procedencias, la censura del propietario se ejercerá también desde una variedad
de posiciones. Y lo mismo pasa con la publicidad, la política, la producción y
los públicos. Pero además creo que hay que añadir una “P” más, la "P" del periodista, como individuo y como profesional, que
también ha diversificado sus opciones y que con su “forma de ser” ejerce
también otra forma de censura. Porque si es cierto que los profesionales
reciben presiones de sus jefes, que a su vez las reciben de los directivos, y
que estos están “sometidos” a los anunciantes, también es cierto que hace falta
tener un determinado perfil (humano y profesional) para secundar determinados
contenidos y formas de hacer programas. En España nos toca vivir de cerca a periodistas muy alejados de los
personajes de la película Buenas noches y
buena suerte (Clooney, 2005), es el triste ejemplo de algunas televisiones que se sitúan en los
puestos más altos de la audiencia televisiva nocturna. Y son muchos los casos de connivencia entre el periodista presentador con toda la cadena de mando, hasta llegar a la cúpula del conglomerado. Las imposiciones, qué duda cabe, vendrán de los anunciantes pero también de la
cuenta de resultados, y en última instancia de una suerte de mercenarios de la comunicación.
Pero de todas las P´s de la
censura contra el periodismo que enumera Reig, quizá la más sorprendente es la censura política
que se da en los países democráticos, porque se aprovecha del propio ciudadano
que confía y vota un sistema de libertades para privarle de determinada
información o influirle a través de informaciones manipuladas. Un ejemplo de
esta realidad se da en México, donde se vive una situación de censura
permanente hacia el periodismo político, practicada por grupos de poder
(legales e ilegales) que buscan inclinar la información hacia el lado que les
beneficia. El escritor Juan Villoro lo ha denunciado de una forma clara: “no es que el narcotráfico esté golpeando
de manera directa a los periodistas (...) realmente la gente que sirve de
fachada, la gente que ayuda, que establece alianzas con ellos son los que
amenazan a los periodistas, los responsables de las agresiones y amenazas son
los empresarios y los políticos”.
La fórmula para solucionar el gravísimo problema de la censura en el periodismo es retomar la conciencia pura del informador, aquella a la que se refería García Márquez cuando afirmaba que " el periodismo es una pasión insaciable que solo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad".
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