domingo, 20 de marzo de 2016

La televisión valenciana y el riesgo del zombi



La televisión valenciana envejeció tan rápidamente que murió agonizando con apenas veinticinco años. El cierre de Canal 9 fue el final de una serie de despropósitos, un estudio de caso para los manuales académicos del futuro, y todo un código de malas prácticas empresariales. Pero a los muertos hay que darles sepultura y descartar tentaciones satánicas de resucitación. Sin embargo, no se entiende bien una comunidad autónoma, con lengua propia y múltiples rasgos culturales de identidad que no sea capaz de tener su propia televisión. El dilema se adereza con el avance vertiginoso de nuevas fórmulas de comunicación, nuevos formatos y nuevas audiencias. Mientras en unos despachos se decide cómo devolver la vida a Canal Nou, en la calle y en la Red, las personas ya han compartido lo que quieren y cómo lo quieren. Crear un zombi sería lo peor que podría pasarle a la cadena autonómica, y ese riesgo existe.     

La nueva televisión valenciana debe tener su aliado en Internet más que en un segundo canal, debe nutrirse de contenidos pensados para dispositivos móviles más que de grandes coberturas, y debe poner la mirada en lo local para generar interés global. Debería ser, sobre todo, una televisión cultural, de proximidad y de contenidos informativos rigurosos, donde la producción propia de noticias sea la base y las agencias lo complementario. Deberíamos ser capaces de exportar noticias hacia fuera porque es la única forma de transmitir los valores de la Comunidad Valenciana hacia otras regiones, en vez de basar la información en las noticias envasadas que se repiten exactamente igual en todas las cadenas nacionales.

La implicación de los profesionales locales debería ser un activo a tener en cuenta, una televisión autonómica de integración local, que cuente con corresponsalías a través de los profesionales independientes y los autónomos, que sientan como suya la cadena y que formen parte de ella. En vez de desplazar unidades móviles y equipos de personas, establecer acuerdos con las empresas audiovisuales, abaratar costes de producción, y revertir parte del dinero público en el sector audiovisual valenciano. Es necesario un nuevo modelo de gestión para una nueva forma de comunicación.

Pero la cuestión radica en la sostenibilidad, enterrado el modelo basado en el despilfarro, la nueva televisión autonómica debería ser humilde y huir de la programación basada en grandes espectáculos. No es posible competir en entretenimiento con La Sexta o Telecinco, ni tampoco necesario para un canal público; como tampoco es necesario llenar las veinticuatro horas de parrilla. No hay que tener complejos para desconectar a las doce de la noche, vale más emitir la carta de ajuste, como se viene haciendo desde noviembre de 2013, que llenar el espacio nocturno de curanderos al servicio del engaño.  

Y con publicidad, por supuesto, porque la creación publicitaria es una actividad económica de primer orden, imprescindible para las empresas donde el tejido industrial valenciano pueda tener la opción de anunciarse en su propia cadena. Nuestra televisión debe ser de todos, no debe ser un negocio, pero tiene que ser sostenible, contribuir al empleo y servir de apoyo a las empresas. No puede ser nunca una televisión comercial sino cultural, y eso cuesta neuronas, esfuerzo y grandes dosis de generosidad profesional. Sin estas claves será imposible arrancar un nuevo proyecto audiovisual valenciano útil para las personas porque el ecosistema Internet ya permite satisfacer, individualmente, cada necesidad informativa o de entretenimiento.

1 comentario:

  1. me encanta!
    apostemos por una nueva tv, en el nostre idioma... en todos los sentidos!! (lengua, calidad, humanidad!!)

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